sábado, 27 de diciembre de 2008

Puntos de inflexión: La muerte de la pluviselva amazónica


La aceleración del cambio climático plantea un gran reto para la estabilidad y supervivencia de nuestra civilización. Mientras más uso hacemos de los combustibles fósiles y sus derivados para satisfacer nuestras necesidades energéticas, mientras más acudimos a la tala indiscriminada y extensiva de bosques y selvas para la implantación de monocultivos y el pastoreo a gran escala, mientras más nos demoramos para establecer políticas y mecanismos coherentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer uso racional de los recursos naturales que poseemos, más nos acercamos al punto de no retorno para detener o estabilizar las condiciones climáticas a un nivel tolerable y de posible adaptación. Mientras más nos demoramos en hacer lo que está en nuestras manos hacer, más rápido nos deslizamos por la pendiente que nos conduce a la resignación.

No se trata de enviar un mensaje escatológico, apocalíptico. Tampoco de inducir a la reacción por medio del temor. Se trata de crear conciencia con base en el fundamento lógico de preservar lo que tenemos para subsistir, de administrar racionalmente lo que, demostrado está, no es inagotable.

Tal vez las apreciaciones científicas son diversas al abordar el tema del cambio climático: algunos comparten la idea de que la influencia del hombre a través del desarrollo industrial sustentado en la explotación de combustibles fósiles como motor de impulso es la causa principal; otros restan importancia a esta apreciación, a pesar de que existen estudios que demuestran una relación directa, y dan por hecho que todo se debe a causas externas o simplemente naturales a las que nada contribuye el ser humano. Sin embargo, cada día existe más consenso alrededor de la evidencia del incremento progresivo de la temperatura media del planeta y los efectos devastadores a mediano y largo plazo que este hecho puede provocar.

Los científicos consideran tres posibles puntos de inflexión que si se sobrepasaran podrían dar paso a unas condiciones climáticas radicalmente diferentes: La muerte de la pluviselva amazónica, la desaceleración o interrupción de la corriente del golfo y la liberación explosiva de metano desde el fondo marino. Aquí empezamos abordando el primer punto.

Al ritmo actual de desforestación, y con el continuo cambio climático, los científicos calculan que en dos decenios se destruirá 40% de la Amazonía y que otro 20% se degradará.

Durante los últimos 40 años se ha talado casi 20% de la selva tropical amazónica, más de lo que se desforestó desde el inicio de la colonización hace 450 años. Incluso el porcentaje tiende a ser mayor si se considera la tala de maderas finas que es más difícil de detectar que la tala total. Se teme que se pierda otro 20% de la cubierta selvática en las próximas dos décadas, lo cual iniciaría el deterioro de la gran variedad de ecosistemas que aloja y, consecuentemente, su destrucción. La selva amazónica en condiciones normales produce la mitad de la lluvia que necesita para subsistir gracias a la humedad que libera y sube a la atmósfera, pero la desforestación creciente a la que asiste en los actuales momentos limita esta capacidad y proyecta un panorama bastante desalentador hacia un futuro próximo que puede traer desde la desecación y muerte de muchos árboles, hasta el riesgo de que se generen incendios que arrasen los bosques.

Por otro lado, según uno de los modelos de simulación por ordenador del centro Hadley, denominado TRIFFID*(por sus siglas en inglés) sugiere que a medida que aumenta la concentración de CO2 en la atmósfera, las plantas comienzan a comportarse de una manera extraña, abriendo sus estomas durante períodos de tiempo más cortos, por lo que se verá reducida la transpiración. Y si hay menos transpiración habrá menos lluvias. TRIFFID indica que para 2100 los niveles de lluvia en la Amazonía se habrán reducido drásticamente y el 20% de esta reducción tendrá como causa principal los estomas cerrados. El resto tendrá como causa una sequía que se desarrollará a medida que el calentamiento del planeta se intensifique.

El aumento de temperatura al cual puede darse la destrucción de la pluviselva amazónica se estima en 5.5ºC, lo que conllevaría a una gran alteración del ciclo del carbono; pues, se estarían almacenando 350 gigatoneladas menos de carbono en la vegetación viva y 150 gigatoneladas menos en los suelos. Un 8% del total del carbono almacenado en la vegetación y los suelos del mundo. Una cifra abrumadora.

La selva está amenazada. Al ritmo actual de desforestación y si persiste el incremento acelerado de cambio climático, es posible que antes de terminado este siglo asistamos a la desaparición del más grande bastión ecológico del mundo. A la desaparición del pulmón que posibilita respiración de la tierra.

Es tan determinante la supervivencia de la selva amazónica que su desaparición representa un punto de no retorno en la lucha por estabilizar las condiciones climáticas que posibiliten nuestra permanencia como civilización sobre la faz del planeta.


*Top-down Rpresentation of Interactive Foliage and Flora Including Dynamics (Representación vertical del follaje y flora interactivos incluyendo su dinámica)

Fuentes: El clima está en nuestras manos. Tim Flannery.
National Geographic en español, edición enero de 2007.


Nelson Vásquez Castellar.
www.elobservadorm.blogspot.com

lunes, 15 de diciembre de 2008

Sin sentido y sin razón: consideraciones acerca del cambio climático


Vivimos en un mundo de asimetrías y divisiones, al vaivén de las leyes del mercado que obstaculizan el desarrollo de muchos e incrementan el de unos pocos. Un mundo donde predomina la civilización del desperdicio, donde los recursos con los que contamos – naturales, humanos, económicos, en fin – son manejados como inventarios ilimitados destinados al consumo desmedido y a la venta al mejor postor.

Somos un planeta que se mueve a la par del discurso económico de las grandes potencias. Ese mismo que resuena de cumbre en cumbre, de foro en foro, adornado por actos protocolarios solemnes y dotados de gran riqueza léxica y emotiva, pero estéril a la hora de materializarse en soluciones efectivas a los problemas estructurales de los que adolecen las mayorías.

Ha sido así durante mucho tiempo y sigue siéndolo en nuestros días sin importar el tema a tratar, ya sea la ayuda humanitaria a los miles de desplazados y refugiados por culpa de los enfrentamientos tribales o de las sequías severas del África subsahariana, la finalización de las guerras que se libran en Irak y Afganistán por ocupación de tropas occidentales, la actual crisis financiera que nos asiste por la laxitud de los controles de los organismos pertinentes y el desenfreno especulativo y rentabilistico de los defensores del neoliberalismo y su hijo el “libre mercado”, o el cambio climático actual impulsado en gran parte por la derrochadora forma de vivir de aquellos que tienen como vivir y como derrochar – los mismos del discurso -.

La característica básica a la hora de tomar decisiones trascendentales para el destino de muchos -los afganos, los iraquíes, los africanos, el planeta entero- es la lentitud. Lentitud que prolonga el hambre de muchos y condena a otros al zumbido de las balas, lentitud tal vez incentivada por beneficios económicos –el petróleo de Irak, el opio de Afganistán o la continuación prolongada de la excesiva explotación de combustibles fósiles como motor de crecimiento económico-, lentitud que nos conduce, en últimas, al desastre –económico, social, político, climático-. Los mismos intereses que predominan a la hora de tomar decisiones a escala global, son los mismos que, a escala regional, limitan el desarrollo, incentivan la concentración antes que la distribución y agudizan las asimetrías expandiendo la brecha que separa a los que tienen mucho de los que tienen demasiado poco.

Es hora de cambiar de dirección, no se pueden seguir priorizando los intereses desmedidos de una parte en detrimento del derecho libre y digno de muchos de forjarse su propio desarrollo y vivir en condiciones adecuadas. Y es aquí, en este marco, donde se debe resaltar la importancia de la lucha contra el acelerado cambio climático que nos asiste hoy.

Las observaciones directas recientes aportan evidencias de que el calentamiento del sistema climático es inequívoco:

 Once de los últimos catorce años se encuentran entre los doce años más calurosos de los registros instrumentales de la temperatura global en superficie.
 Nuevos análisis de las mediciones con globos meteorológicos y satélites de la temperatura de la troposfera inferior y media muestran ritmos de calentamiento similares a los del registro de temperatura en superficie.
 Observaciones realizadas desde 1961 muestran que la temperatura media de los océanos del mundo ha aumentado hasta profundidades de, al menos 3000 metros y que el océano está absorbiendo más del 80% del calor añadido al sistema climático.
 El nivel medio del mar en el mundo se elevó a un ritmo de 1.8 milímetros anuales desde 1961 a 2003.
 Las temperaturas medias árticas aumentaron casi el doble que la media mundial durante los últimos 100 años.
 Los datos satelitales desde 1978 muestran que la extensión media anual del hielo marino ártico ha disminuido un 2.7% por decenio.
 Se han observado sequías más prolongadas y más intensas en áreas más extensas desde el decenio de 1970, particularmente en los trópicos y en los subtrópicos.
 La frecuencia de fenómenos de precipitaciones fuertes se ha incrementado en la mayoría de las áreas terrestres, en concordancia con el calentamiento y los aumentos observados en el vapor de agua atmosféricos.

El cambio climático es, sin duda, un factor decisivo que determinará el desarrollo humano de esta y las futuras generaciones. La manera en que lo enfrentemos hoy tendrá un efecto directo en las perspectivas de desarrollo de un gran segmento de la humanidad mañana.

No tiene sentido seguir esperando. Las medidas para combatirlo no pueden quedarse en la simple retórica a la que nos hemos acostumbrados. No hay razón para seguir persistiendo en las mismas prácticas de desarrollo que han venido minando la capacidad de muchos sistemas físicos y biológicos de autosostenerse, no hay razón para cortar los esfuerzos de muchos a costa del beneficio de pocos.

Las medidas que tomen los países en desarrollo, que contribuyen en menor medida a la problemática, para contrarrestar las consecuencias del cambio climático no surtirán efectos sino lo hacen los países desarrollados que son los principales actores. El cambio climático nos inmiscuye a todos y como tal, la lucha para contrarrestarlo se debe dar mediante el consenso general de todos.

Ojala las nuevas medidas tomadas por la Unión Europea para hacerle frente al fenómeno se lleven a la práctica y surtan efectos. Ojala no sean presa del incumplimiento injustificado que por experiencia conocemos.


Fuente: Cuarto informe de evaluación sobre cambio climático. Grupo De trabajo I. IPCC

Nelson Vásquez Castellar
http://www.cambioclimatico.org/blog/4

sábado, 29 de noviembre de 2008

Las pirámides recogen en buena medida quiénes somos y como estamos

Para explicar el origen de las pirámides es imperante analizar de manera global los múltiples problemas sociales, económicos y políticos que padece nuestro país; pero más allá de ello, es necesario fijar la mira en la estructura de valores que sustentan la convivencia y el libre desarrollo de nuestra sociedad. Y en este análisis no puede prevalecer solamente el punto de vista de una parte o de un sector de la población en particular; aquí es fundamental reconocer que en una nación corrupta en todas sus esferas sociales, las manifestaciones de este flagelo son sistemáticas.

Las pirámides son simplemente una de esas manifestaciones del extenso y variado menú que configura a la madre de todas las desventuras que golpean y reducen cada vez más a esta alicaída nación: la ya conocida corrupción; la corrupción presente, en menor medida, desde el mismo seno familiar, hasta, en mayor proporción, en los altos círculos de poder que gobiernan este país; la misma corrupción que ha engendrado a los carteles del narcotráfico, a los grupos armados al margen de la ley y con ellos el conflicto armado y sus más puntuales caracterizadores (el desplazamiento forzado, las masacres colectivas, las ejecuciones extrajudiciales, etc.) y a la gran camada de políticos al servicio del fraude. Y es la situación actual, la desencadenada por la caída de las firmas DMG Y DRFE, un ejemplo palpable y una prueba fehaciente del grado de permeabilidad de lo ilícito en la sociedad colombiana. Y si no es así, como se explica que dos firmas completamente ilegales se constituyeran y permanecieran por tanto tiempo captando a raudales dineros de un público incauto, cegado por la avaricia, por el deseo de obtener dinero fácil (pero a la vez presa de un sistema financiero inclemente), sin ningún tipo de control y haciendo presencia en un gran número de municipios y ciudades del país.

En primera instancia, quienes iniciaron estas organizaciones sabían que en algún momento el sistema de captación que las mantenía en pie iba a colapsar, por lo tanto desde sus inicios ambas obedecían a un plan vil, delincuencial y macabro. De otro lado, quienes acudieron en masa a este llamado dejan entrever que la seducción ejercida por la riqueza fácil, rápida y sin esfuerzos puede más que la sensatez y la cordura, aún cuando ya estaban avisados. Pero no podemos apartar que gran parte de la culpa recae en el estado, un estado que fue incapaz de controlar a tiempo el crecimiento de estos negocios ilícitos, en parte por la laxitud de los mecanismos de control, en parte por su propia complicidad; y que ya formado el problema se ha centrado en señalar como culpables a promotores y seguidores, desconociendo que las zonas donde florecieron dichos negocios son zonas de marcada inestabilidad social, golpeadas por el narcotráfico, donde tienen presencia grupos armados ilegales y donde la falta de alternativas económicas diferentes a las derivadas de la siembra, producción y comercialización de la coca hacen mella. Zonas donde su influencia representada en aéreas como la educación y la salud son hoy más vitales que nunca.

Además, esta situación debe servir para que haya un replanteamiento del sector financiero y su forma de operar, pues; lo sucedido, y lo que posiblemente aún está por suceder (la manifestación violenta de los inversionistas defraudados) pone en evidencia el descontento generalizado por la actuación, principalmente, de los bancos por los excesivos costos a que somete a los usuarios, y del gobierno por no tomar medidas para que estos no se sigan enriqueciendo a costa del colombiano del común.

Principales retos para el desarrollo de Colombia

El año pasado, cuando se dio a conocer el informe de la Organización de las Naciones Unidas sobre desarrollo humano, quedó manifiesto que el desarrollo, más que aumentar el ingreso nacional es, en última instancia, “un proceso destinado a ampliar las alternativas de la gente”, que cuando hablamos de desarrollo humano hablamos de personas, hablamos de expandir sus oportunidades reales y las libertades fundamentales que les permiten vivir la vida que valoran. Comparto esta apreciación, pues considero que el crecimiento económico es un medio para alcanzar el desarrollo humano, como fin último hacia donde deben confluir los esfuerzos de las naciones.


En estas cortas líneas quiero precisar, mediante cuatro aspectos fundamentales, los retos que nuestro país debe afrontar para caminar en la senda del desarrollo y para ampliar las oportunidades de la inmensa mayoría de la población que hoy carece de ellas.


Considero, sin guardar un orden estricto de importancia y sin dar a entender que no se puede trabajar simultáneamente en cada frente, que los retos principales que Colombia debe afrontar para alcanzar un nivel apreciable de desarrollo son: luchar contra la desigualdad, fomentar el respeto a los derechos humanos, fomentar la inversión y erradicar la corrupción.


Para hablar del primer punto, quiero hacer alusión a la frase de Franklin D. Roosevelt, contemplada en el segundo discurso inaugural de la cumbre de las naciones unidas de 1937: “la prueba que enfrentamos en nuestro progreso no es si somos capaces de aumentar el patrimonio de los que tienen mucho, sino si podemos entregar lo suficiente a quienes tienen demasiado poco”.


Luchar contra la desigualdad reinante sobre nuestro territorio es un gran desafío que pone a prueba la capacidad y el nivel de compromiso del estado colombiano con la búsqueda de mecanismos y medios tanto financieros como de orden jurídico, político y social para acercar a la población, tanto urbana como rural, hacia caminos de progreso. Colombia presenta un alto índice de desigualdad, situación que fue corroborada por el Banco mundial en su último estudio sobre concentración de la riqueza en América latina y por el informe de desarrollo humano de la ONU, y que se hace evidente, además de la gran diferencia de ingresos entre los diferentes segmentos en que se encuentra dividida población, en aspectos como problemas de acceso a la educación básica por parte de la población rural y de los estratos pobres urbanos, y más aún en cuanto a las posibilidades de acceso a la educación superior, en la baja calidad de los servicios de salud, saneamiento básico, dificultades de acceso a la propiedad, alta tasa de desempleo y subempleo, por citar solo unos. Situación que se ha visto alimentada por el flagelo del desplazamiento forzado del campesino a la ciudad y por el incremento de la pobreza.


Pero la desigualdad además de segmentaria, también es regional. Mientras Bogotá tiene un índice de desarrollo humano de 0,830, cercano al de Costa Rica (0.846), Chocó tiene 0,685 (según informe 2003), parecido al de Bolivia (0,695). El nivel de alfabetización, la tasa de mortalidad y el porcentaje de desnutrición en la población infantil, el número de familias con acceso a agua potable, los niveles de pobreza y miseria entendidos como el mantenimiento precario de recursos y condiciones mínimas de vida; varían de una región a otra mostrando asimetrías bien marcadas, siendo la región andina la que presenta mejores niveles de desarrollo con respecto al resto del país.


La concentración de los ingresos, merece especial atención, ya que este es síntoma de inequidad, lo cual tiene consecuencias en el bienestar de la población en lo que respecta al acceso y disponibilidad de recursos, selección de satisfactores de necesidades básicas, potencialización de las capacidades y desarrollo de habilidades del individuo, etc. La equidad requiere de una mayor distribución del ingreso y de la propiedad e igualmente del empleo.


Pero además es pertinente prestar atención a la situación de derechos humanos que presenta el país, de la cual los protagonistas principales son los actores armados y la población civil indefensa como agente pasivo. Eso sin contar el maltrato a los niños en el seno familiar y su abandono, así como los vestigios de la violencia común.


El flagelo más conocido, y uno de los más reprochados a nivel internacional, después de la cantidad de victimas que cobra el conflicto armado, es el del desplazamiento forzado de la población de áreas rurales a centros urbanos, el cual al día de hoy deja cifras alarmantes de refugiados por la violencia y la extorsión. Este, seguido del secuestro y del reclutamiento ilegal de niños menores de edad a las filas de los grupos insurgentes, se constituyen en males endémicos que en materia de derechos humanos es necesario erradicar para crear una sociedad más justa y para poder llevar a cabo las políticas estatales que en materia de educación, salud, empleo, servicios públicos domiciliarios, y de distribución de ingresos, el gobierno fije en el marco de sus planes. Pero para llegar a ello se requiere una política seria de reconstrucción de las victimas por parte del gobierno, y un compromiso decidido con la paz de las otras partes del conflicto.


De los avances que se logren en cuanto a desigualdad y derechos humanos, depende que se active la inversión, tanto local como extranjera, en el país. A ello hay que sumarle además, la continuidad en el crecimiento de la economía, la estabilidad macroeconómica, política e institucional, el mejoramiento de nuestra infraestructura física, y el mejoramiento del sistema educativo para preparar un talento humano más calificado. Estos puntos, sumados a la ubicación geográfica estratégica que tenemos, seguro contribuirán a que la confianza de los inversionistas hacia nuestro país siga creciendo.


Pero es pertinente atender algunos puntos críticos de los aspectos mencionados que requieren una solución pronta y eficaz de cara a los retos competitivos que a nuestra economía se le avecinan si se concretan nuevas alianzas comerciales que demanden operaciones ágiles y transparentes de nuestros sistemas empresarial y productivo. Tales puntos a los cuales hago referencia son la deficiente infraestructura vial para conectar los principales centros industriales con los puertos marítimos, y la inestabilidad en la legislación tributaria, aspectos que le restan competitividad a nuestro país y reduce su atractivo ante la inversión extranjera.


Y si de transparencia se trata, es necesario que se elimine su principal contradictor: la corrupción.

Uno de los objetivos básicos del gobierno durante el período 2002-2006, era incrementar la transparencia y eficiencia del estado, objetivo que se encuentra plasmado en el plan nacional de desarrollo de dicho período, pero que al día de hoy todavía le falta mucho por conseguir, dadas las constantes evidencias que saltan a la luz pública sobre casos relacionados por este flagelo.


No se desconoce que se han hecho esfuerzos en la materia, pero es necesario llevar a cabo acciones contundentes que permitan alcanzar resultados coherentes con las políticas fijadas por el gobierno en cada una de las esferas en las que se desenvuelve su actividad, y que han sido mencionadas en anteriores párrafos en este mismo escrito. Es necesario hacer una distribución equitativa de los ingresos de la nación, no se puede seguir tolerando el hecho de que muchos niños, especialmente de regiones marginadas, sigan sin estudios, sin atención básica en salud, sin condiciones mínimas satisfechas, solo porque el desvío ilegal de los recursos o la no asignación correcta no lo permite. Para lograr el desarrollo es necesario que gérmenes nocivos como el clientelismo, el padrinazgo, la celebración indebida de contratos, la malversación de fondos, etc., desaparezcan de la administración nacional de este país.


Solo si se logra avanzar en estos cuatro aspectos fundamentales será posible esperar por un desarrollo que nos integre a todos.

martes, 25 de noviembre de 2008

Innovación, un desafío para disminuir la brecha

Innovar, del latín innovare, que quiere decir, cambiar o alterar las cosas introduciendo novedades (Medina Salgado 1994).

Hablar de innovación no es cosa nueva; desde finales de la segunda guerra mundial hasta hoy, muchos países se han aferrado a diferentes enfoques y mecanismos para lograr el desarrollo de sus sociedades o para cambiar el rumbo de sus esquemas políticos o económicos. Sin embargo, así como antes, el término innovación aún sigue teniendo tanto significado, que hoy no se concibe el crecimiento y la prosperidad de una nación si no se acude a la adopción de medidas que conlleven a la creación de un entorno positivo y propicio para el aprendizaje colectivo, para el intercambio de experiencias y para el trabajo en conjunto; aspectos fundamentales para hacer factible todo proceso de cambio.

Durante mucho tiempo hasta los años ochentas, e incluso hoy, el enfoque de innovación que ha prevalecido ha sido el lineal, según el cual el actor principal y el eje sobre el que gira todo proceso innovativo son las actividades de investigación y desarrollo (I + D), enmarcadas dentro de una concepción empresarial y siguiendo la secuencia lógica: Invención – innovación – difusión – sustitución. Este enfoque según lo enuncia Keith Smith, se caracteriza por la idea de que las capacidades tecnológicas de una determinada sociedad están en función de las fronteras de sus conocimientos, que los conocimientos útiles para la producción industrial son principios fundamentalmente científicos, que el proceso de “traducción” de principios científicos a conocimientos tecnológicos es secuencial, y que es un enfoque tecnocrático porque considera a la evolución tecnológica en términos de organización de los procesos de desarrollo técnico y de invenciones materiales. Y aún a pesar de que dicho anuncio es en gran parte acertado, el enfoque lineal ha demostrado no ajustarse a la dinámica de cambio presente en la sociedad actual, y mucho menos podrá armonizar con los desafíos de expansión y desarrollo futuros si no contempla elementos más integracionistas, sobre todo para el caso de sociedades en desarrollo.

Para hacer frente a dichos desafíos y para alcanzar niveles de desarrollo acordes con la dinámica de cambio actual , el enfoque de innovación que se debe seguir al interior de toda economía, ya sea nacional o regional, debe ser un enfoque interactivo, en donde se conciba esta como un sistema articulado por instituciones políticas e instituciones de los sectores públicos y privados en una red en la cual sus actividades, interacciones e intercambios de experiencias contribuyan a la adopción, aprehensión y difusión de nuevos conocimientos y nuevas tecnologías para competir.

La empresa como tal, debe ser actor fundamental dentro de un proceso dinámico de cambio, pero no el único; pues como se dijo, debe existir un sistema de innovación del cual deben hacer parte centros de investigación y desarrollo públicos, universidades, recursos de innovación de las empresas (incluyendo sus laboratorios y centros de I + D), establecimientos de enseñanza técnica y tecnológica, organismos gubernamentales encargados de la promoción empresarial, organismos de apoyo al desarrollo científico y tecnológico, y toda una estructura financiera como soporte para el desarrollo y evolución de nuevas iniciativas. Sin una retroalimentación emanada de la continua interacción de los actores del sistema no se alcanzaran resultados satisfactorios en materia innovativa, ni se podrán corregir las asimetrías presentes en los niveles de bienestar de la sociedad.

El desafío para el estado Colombiano es poder hacer frente a los nuevos retos integrando toda la cadena productiva con instituciones públicas que sirvan de apoyo y de facilitadoras para que nuestro sector empresarial esté mas sintonizado con los nuevos avances científicos y tecnológicos para que estos puedan ser incorporados de una manera gradual al modo de operar de las organizaciones sin generar choques entre el avance de la tecnología y el nivel de capacidad del talento humano. Para ello es necesario que se adopte el mencionado enfoque interactivo con el fin de que este beneficie a las pymes y de paso incentive el crecimiento de la economía del país de forma equitativa.

En este proceso, el papel de la universidad y de las instituciones de educación técnica-vocacional y tecnológica juega un papel fundamental, dado que son la base y el escenario primario en el cual se deben cultivar las nuevas estrategias de cambio. A partir de allí se debe empezar a construir una nueva estructura de conocimientos y aplicaciones que sirva de soporte y a la vez alimente el sistema, para que unido al enriquecimiento que produce la interacción de las demás piezas del engranaje, dinamice el proceso de creación de unidades productivas, no solamente como alternativa para ser competitivos, sino para reducir el desempleo y disminuir la pobreza.

Llevar a cabo un proceso de innovación como el propuesto, de forma transparente y comprometida, beneficia a la institucionalidad del país, al sector productivo, a la educación, a la economía, y por ende, a la sociedad en general por acercarla más al desarrollo.

Los efectos de la crisis

A nivel orbital cunde el pánico por la actual crisis financiera que se presenta en los principales centros bursátiles de las grandes economías del mundo, y que hasta el momento se ha llevado por delante importantes compañías de diferentes sectores económicos sin que exista a la fecha certeza con respecto al horizonte a partir del cual puedan empezarse a evidenciar signos de mejoría.


Las principales preguntas que puedan surgir ante semejante panorama no tienen respuestas puntuales ni mucho menos exactas, todas las que se puedan dar están marcadas por la incertidumbre. Lo que si se puede remarcar es que los principales afectados por esta crisis, como de todas las crisis del sistema capitalista que nos rige, será el ciudadano del común, el que pertenece a los estratos sociales bajos; el cual no es convidado a la fiesta cuando los rendimientos del gran capital son amplios, pero que si es llamado a contribuir cuando las pérdidas salen a relucir. El típico caso de personalizar las ganancias pero socializar las pérdidas.


Pero, ¿A que se debe la actual crisis financiera?


La crisis financiera actual tiene su origen, según los entendidos, en la debacle de los créditos hipotecarios de alto riesgo, más conocidos como subprimes, en los Estados Unidos, otorgados mediante el impulso de un afán especulativo a personas que se vieron afectadas por las altas tasas de interés y la caída del valor de las propiedades; pues en un momento dado la deuda contraída superaba el valor de las viviendas que compraron con esos prestamos. El detonante de la crisis ha sido el aumento de la cantidad de entidades hipotecarias acosadas por la morosidad creciente de los deudores afectados. Muchos bancos e inversionistas afectados por las turbulencias en el mercado de créditos generadas por la crisis de “subprimes” aparentemente habían tomado riesgos que excedían su tamaño y capacidad de respuesta. Las quiebras han puesto de manifiesto que el sistema bancario necesita una reforma, más cuando estas empresas no disponen de la financiación tradicional de la banca para conceder los prestamos. Aquí se ponen de manifiesto, tanto las fallas regulatorias y de supervisión de parte de las autoridades competentes de los Estados unidos, así como la ambición desmedida a la hora de especular con las operaciones hipotecarias.


¿Cuales pueden ser las repercusiones de la crisis a nivel mundial?


Según Kemal Dervis, jefe del programa de las Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD), las consecuencias económicas de la crisis financiera serán especialmente graves para los países en desarrollo, ya que dispondrán de menores ingresos, de menos inversiones extranjeras y de menores exportaciones.


Los efectos serán tangibles mediante caídas del producto interno bruto (PIB), caída del empleo, caída de los precios, incremento de la pobreza y aumentos de conflictos. Además, crea una gran presión sobre el alcance de los Objetivos de Desarrollo del milenio (ODM) cuyo horizonte de consecución es el año 2015.


La disminución de los precios de las meterías primas reviste gran preocupación especialmente para los países latinoamericanos cuyas exportaciones son mayoritariamente por este rubro y sus economías se verán afectadas por la disminución de los ingresos percibidos; además, aquellos que tienen un gran volumen de operaciones con los Estados Unidos sentirán los efectos de la presunta recesión en la que se encuentra su economía.


¿Qué consecuencias tendrá en la economía colombiana?


Las consecuencias para Colombia lógicamente están asociadas a las repercusiones que tendrá en los demás países en desarrollo. Sin embargo, nuestro país parece estar en una posición un poco favorable según funcionarios del gobierno. Esto debido a que el país, al parecer, cuenta con una estrategia de política monetaria flexible para enfrentar condiciones cambiantes y una economía para generar confianza. En esto se destaca como adecuado el nivel actual de reservas internacionales de 24000 millones de dólares que equivale a 8 meses de importaciones.


A esto se suma que el sistema financiero del país cuenta actualmente con una relación de solvencia cercana al 14 por ciento, muy por encima de lo exigido internacionalmente, y que tiene un nivel de capitalización importante. Contrario a lo anterior, Joseph Stiglitz, premio Nobel de economía, ha señalado que la dependencia de Colombia con el mercado de los Estados Unidos, su primer socio, enseñará a no basarse en la solidez del otro.


En lo que si no hay duda es que la intensificación de la crisis puede llevar a que se dificulte el acceso al crédito internacional y eso también puede generar presiones en el mercado interno.

Amanecerá y veremos.

martes, 21 de octubre de 2008

¿Se expande o se contrae la brecha?



Ahora que la situación financiera mundial está en declive es necesario seguir apuntando hacia el problema de fondo. Hacia la gran deuda que el capitalismo occidental no ha podido saldar. Hacia la gran incógnita que nos embarga a la hora de pensar sobre el destino que le espera a la humanidad cuando en nuestros días los grandes poderes centran su atención en disputas políticas banales cuyo trasfondo es meramente económico, hoy cuando en esa carrera frenética por alcanzar dominio a través de una concepción maximalista, nos llevamos de paso la posibilidad de desarrollo de las generaciones futuras. Hacia el caballito de batalla de la retórica política de nuestros líderes, hoy más abundante y asentada sobre el fundamento de un modelo neoliberal caracterizado por el individualismo y el materialismo, y abanderando una supuesta libertad de mercado inexistente (o por lo menos no perfectamente como lo suponen los postulados de las teorías que defienden el libre mercado), que ha demostrado ser incapaz de lograr sus supuestos objetivos en lo que socialmente se refiere. Nada más ni nada menos que hacia la esperanza de ver un mundo en donde las asimetrías en torno al factor riqueza, si no desaparezcan, por lo menos disminuyan. Hacia el flagelo de la desigualdad y la búsqueda de soluciones en pos del ideal de una humanidad más igualitaria.

El tema cada día es más citado, desde los claustros universitarios hasta en los foros, convenciones y cumbres entre naciones y organismos multilaterales. Cada vez se fijan metas más agresivas en torno a la disminución de la pobreza y la inclusión de las mayorías, que hoy se encuentran en niveles deplorables de calidad de vida, al desarrollo; pero lejos de poder alcanzarlas, el problema se acrecienta y seguimos asistiendo a la cada vez más marcada polarización de la población mundial en torno al ingreso, a la progresiva desaparición de los términos medios y a la acentuación de la clasificación entre ricos y pobres. Pero vale la pena preguntarnos el ¿Por qué? de esta situación, ¿Cuál es la razón de que la brecha entre los que tienen mucho y los que no tienen nada, lejos de contraerse, se expanda? La respuesta no es fácil, pero si es lógica. Es un problema de fondo, de principios.

Sale inmediatamente a relucir la formula, I + M = D, es decir, individualismo mas maximalismo igual a desigualdad, todo ello al amparo de una concepción económica que favorece la concentración antes que a la distribución, al deseo antes que a la necesidad y a la explotación del hombre por el hombre. Una concepción, hoy generalizada, que considera al capital como el más preciado de los dones de la humanidad, principal arma de poder y, desafortunadamente, mecanismo de opresión.

El individualismo, visto desde la óptica de que los intereses propios están por encima de los ajenos, hace mella desde el plano persona contra persona, como en el de nación contra nación (y lógicamente pasando por el de organización contra organización) favoreciendo a aquellos que ostentan el control de los medios tradicionales de producción, la tecnología, la fuerza militar, y, por ende, la mayor capacidad de influir o sobornar estamentos políticos y económicos en aras de su codicia. El maximalismo, el deseo egoísta de maximización sin limites de todo lo que represente riqueza y beneficio, y hermano siamés del individualismo, se vio favorecido desde los tiempos de la revolución industrial y la aparición de la administración científica y los principios generales de administración propuestos por Taylor y Fayol respectivamente, y en los actuales momentos constituye uno de los ejes conductores y pilares fundamentales de la estructura académica ( y si se puede llamar ideológica) que sustenta el pensamiento administrativo y la gestión empresarial occidental. Estos elementos unidos han contribuido, mediante la aplicación de los principios y teorías que los sustentan, a que en las economías de las mal llamadas naciones tercermundistas, se muestren supuestos incrementos en los niveles de crecimiento económico pero a la vez, la prevalencia (o también el incremento) de los niveles de pobreza y sus más puntuales caracterizadores; es decir, el hecho de obtener incrementos en el PIB no compensa o contribuye efectivamente en la eliminación de aquella (representada generalmente por las mayorías mas vulnerables), lo que genera una concentración de esa riqueza (la no distribución o la no inversión social que corresponde) en pocas manos (generalmente en las altas esferas de poder representadas tanto por organismos privados como públicos) dando paso a que se acentúen cada vez más las desigualdades, y por ende, grandes desequilibrios en la estabilidad social de dichas naciones.

A todas estas, es bueno considerar tres puntos, entre los muchos que hay, citados por el profesor Omar Aktouf en su libro “la estrategia del avestruz racional”, que prevalecen dentro del orden económico actual y que sirven de soporte a lo aquí expuesto:

Que el recorte en la inversión social es todo lo que se quiera, menos una nueva forma de exigencia singularmente bárbara en este período de pauperización generalizada. Al contrario, debe ayudar al sostenimiento de los beneficios privados y a la protección de los intereses del gran capital privado, siempre en detrimento, de contribuir con el más necesitado.
Que el conjunto de lo que constituye el planeta viviente o no (o el mismo cosmos), no es más que un gran conjunto de “stocks”, puesto a disposición de empresarios, creadores del dinero, quienes no hacen más que servirse de él, sin retención ni limites. Es así como se habla oficial y doctamente de “stock de petróleo”, “stocks forestales”, y en general, de “stocks de mano de obra”.
Que el acaparamiento de las riquezas por una minoría es confundida con la producción de las riquezas para todos. Por ejemplo: el 10% de los americanos posee el 90% de las riquezas de los Estados Unidos, el 5% de los franceses posee el 40% de la riqueza francesa, el 20% de los habitantes del planeta se abastece del 83% de lo que el mismo planeta produce, el 1% de los americanos posee el 75% de las acciones de todas las empresas de toda América.


La globalización tal como está planteada no logrará una significativa inclusión de esas mayorías al desarrollo. Para ello necesita ser reformada desde sus cimientos, necesita ser redefinida, de lo contrario todo continuará igual y las distancias, lejos de acortarse, se incrementaran. No solo se deben cambiar las modalidades y formulas, sino los fundamentos, las bases claves de las relaciones entre capital, el trabajo y la naturaleza. El salto es ahora, y más aún cuando existen pruebas fehacientes de que la intervención desmedida del hombre está causando modificaciones en el ambiente que ponen en riesgo su propia supervivencia.

Nelson Vásquez Castellar
www.elobservadorm.blogspot.com

jueves, 9 de octubre de 2008

Crecimiento económico Versus Desarrollo sostenible


No es fácil abordar un tema tan amplio y tan complejo como es el Desarrollo sostenible, dado el gran número de variables que entran en juego, la problemática que alrededor de este se genera y la discusión que sobre ello se plantea a nivel orbital; pero es precisamente, gracias a esa misma dificultad, que se hace un tema interesante y mucho más cuando nos percatamos del gran significado que encierra en nuestros días, especialmente cuando lo abordamos a la luz de la gran bandera del capitalismo y del mundo industrializado: El crecimiento económico.

El término Desarrollo sostenible hace referencia al manejo o utilización racional y consciente de los recursos naturales con el objetivo de preservarlos para beneficio propio y de las generaciones futuras, tal como lo deja ver la comisión de medio ambiente y desarrollo de las naciones unidas a través del informe Brundtland y según el principio III de la declaración de Río, aún vigentes: “Un desarrollo que satisfaga las necesidades del presente sin poner en peligro la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”. Pero del trasfondo de esta definición vale la pena sacar a la luz, que aunque a primera vista el término resalte una clara preocupación por el medio ambiente, no responde a temas únicamente ambientales, sino que amplía la visión mucho más allá de este campo y la sitúa en la viabilidad de la vida misma sobre la faz del planeta, bajo condiciones lógicas de estabilidad social que abarquen a las mayorías, y de manejo óptimo de recursos naturales como condición indispensable de equilibrio y mantenimiento de condiciones dignas de desarrollo humano.

Situándonos en este esquema teórico podemos llegar a la conclusión de que el objetivo y fin último hacia donde deben confluir los esfuerzos de los actores políticos, económicos, sociales y ambientales es hacia la consecución de condiciones que posibiliten el acceso masivo de la población mundial al desarrollo, no solamente de forma sostenible, sino, además, continuable. Pero lamentablemente en nuestros días los intereses van hacia otro camino que, además de ser contrario, es egoísta e implacable: la riqueza económica a costa de nuestra propia estabilidad y subsistencia.

Y aquí hago alusión a lo expuesto por el ambientalista Bill Mckibben cuando dice: “Juzgamos casi cualquier respuesta a partir de la siguiente pregunta: ¿esto hará que la economía crezca? Si la respuesta es afirmativa, la aceptamos, ya se trate de la globalización, la agricultura a gran escala o la explosión suburbana.”. Los acontecimientos actuales, las desigualdades económicas y los desequilibrios ambientales y sociales así lo confirman:

Cada día toma más fuerza, ante la desaprobación de muchos, el fundamento científico que asocia el aumento de la intensidad y frecuencia de los fenómenos naturales violentos con el efecto producido por las prácticas industriales desarrolladas por el hombre en la elevación progresiva de la temperatura promedio del planeta, así lo detalla Kerry Emanuel, profesor del instituto Tecnológico de Massachussets, en un artículo publicado unas semanas antes de que el huracán Katrina azotara al Golfo de México, y en el cual demostró que la duración y fuerza de los huracanes habían aumentado de manera lenta, pero constante, en el transcurso de una generación. Sin embargo, los esfuerzos que se hacen por frenar nuestro frenético rumbo hacia un cambio climático de connotaciones severas no son suficientes y requieren de mayor voluntad de aquellos actores que se sirven de la producción masiva de elementos nocivos para el equilibrio del clima; situación que se palpa ante la negativa de algunas potencias industriales por firmar el protocolo de Kyoto, que compromete a un grupo de países catalogados como los más industrializados a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero, por razones, como ya sabemos, eminentemente económicas.

Y es que la situación es alarmante, según el científico británico James Lovelock, Inventor del instrumento que detecta el desgaste de la capa de ozono, ya hemos liberado demasiado dióxido de carbono hacia la atmósfera, y predice que es inevitable un calentamiento global extremo e irreversible. A esta voz se le suma la del climatólogo de la NASA, James Hansen, quien dice que no se puede permitir que la tendencia del cambio del clima se mantenga así otros 10 años, de hacerlo, con el tiempo la acumulación de emisiones de dióxido de carbono provocará tales cambios que darán como resultado un planeta prácticamente diferente.

En estas instancias, vale la pena preguntarse: ¿será que es posible un desarrollo sostenible cuando atentamos contra nuestra propia supervivencia?¿hasta donde el capitalismo voraz puesto en práctica por algunas economías desarrolladas, seguirá relegando al ideal noble de trabajar en equipo por un cambio posible que involucre a todos?¿es el fin el crecimiento económico o lo es el desarrollo humano?¿acaso el desarrollo sostenible y continuable no involucra, además de lo económico, a las esferas social y ambiental?¿será posible en las condiciones actuales?.

Pero la cosa no para allí. Más allá de lo que sucede a nivel ambiental, climático y atmosférico es necesario tener en cuenta lo que a nivel social acontece. A diario nos espantamos de las crisis diplomáticas entre naciones y las consecuentes guerras en que desbordan, muchas de las cuales si las analizamos detalladamente, tienen, también, un trasfondo económico; y no sólo en la actualidad, sino que a lo largo de la historia esta ha sido la constante. Y mientras el tiempo avanza, la discusión sobre los mejores mecanismos para llegar a un nivel de desarrollo que posibilite la consecución de una vida digna para el ser humano se estanca y se desvía ante la mirada pesimista de millones de personas que sufren los estragos de las malas decisiones de las esferas de poder de nuestro planeta.


El desafío sigue en pie a pesar de todo. Y es un desafío que tenemos que afrontar todos, pero quiero resaltar la labor que tienen que desarrollar aquellos que están involucrados con los sectores empresariales industriales, especialmente los que toman decisiones: Gerentes y empresarios. De ellos depende, en parte, que se revierta un poco la tendencia nefasta que llevamos hacia el futuro. Es necesario echar mano de la contribución activa y voluntaria de las empresas hacia la sostenibilidad, en pocas palabras de la RSC, la responsabilidad social corporativa o empresarial y sus cinco pilares fundamentales: Calidad de vida laboral, Medio ambiente, Comunidad, Marketing y comercialización responsable, y Ética empresarial.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Desarrollo y Cambio climático


Del cuarto informe de evaluación presentado por el panel intergubernamental sobre cambio climático (IPCC por sus siglas en inglés) el año pasado, se puede extractar un gran cúmulo de información valiosa a la hora de establecer políticas responsables para mitigar los efectos que sobre la estabilidad social, política y económica global pueda tener el progresivo cambio de las principales variables climatológicas que se ha constatado hasta nuestros días y que se proyecta a futuro con resultados no muy halagadores.

Según el IPCC, si se mantienen las emisiones de gases de efecto invernadero al ritmo actual o a uno superior causarían un calentamiento mayor o inducirían muchos cambios en el sistema climático mundial durante el siglo XXI, que muy probablemente superarían a los observados durante el siglo XX. Esto de hecho es alarmante si se tiene en cuenta que las concentraciones de Dióxido de carbono, el principal gas de efecto invernadero en la atmósfera mundial, ha pasado de un valor preindustrial de aproximadamente 280 ppm (Partes por millón) a 379 ppm en 2005 y su ritmo anual de crecimiento ha sido mayor durante los últimos 10 años; además las emisiones anuales de carbono fósil en vez de reducirse, aumentan. De una media de 6.4 gigatoneladas de carbono (Gtc) emitidas por año en los noventa se pasó a 7.2 Gtc por año en el periodo 2000 – 2005; y si a esto se le suma que once de los últimos trece años (1995 – 2007) se encuentran entre los doce años mas calurosos de los registros instrumentales de la temperatura global en superficie, podríamos llegar si seguimos por el mismo rumbo, a un punto tan critico en materia de desastres, perdidas de vidas y migraciones, al que nunca antes en la historia hemos llegado.

El cambio climático debe ser tema principal en la agenda de gobierno de todo estado; pues, mas allá de tratarse de un tema meramente científico, es un tema social que afecta las esferas política y económica de toda nación.

Ningún conflicto armado ha causado niveles tan altos de desplazamiento forzado de la población como el que se podría generar si se cumplen las predicciones del IPCC sobre el aumento del nivel de los océanos producto del deshielo de los polos y el incremento paulatino de la temperatura media del planeta. A medida que se vaya configurando ese escenario los pobladores de ciudades de gran importancia como New York, Londres, Miami o Cartagena, por citar solo unas, se verían forzados a desplazarse a lugares de mayor altitud, lo que consumiría grandes esfuerzos en materia de planeación para la reubicación de la población, además de perdidas económicas de gran magnitud dada la importancia mercantil de las ciudades costeras.

De acuerdo al informe, es muy probable que los fenómenos de calor extremo, olas de calor y fuertes precipitaciones continúen volviéndose mas frecuentes, como también, sobre la base de una gama de modelos, es probable que los ciclones tropicales (huracanes y tifones) futuros sean mas intensos con vientos de mayores velocidades. Información que debe dar luces para generar programas de prevención y mitigacion de impactos en las esferas sociales más vulnerables, sobre todo en países con bajos niveles de desarrollo y mayor exposición geográfica a los fenómenos citados. Es necesario movilizar esfuerzos y recursos en pro de esta iniciativa con cooperación política a nivel internacional. Ninguna guerra ha dejado tantas victimas como las que pueden dejar a futuro los fenómenos violentos proyectados si no se toman medidas coherentes desde ahora para desestimular los cambios esperados.

El cambio climático, con todos sus efectos, es la gran amenaza de este siglo más allá de posibles guerras o el terrorismo. Todavía nos queda en la memoria la devastación causada por los huracanes Katrina, en los estados de Louisiana, Misissipi y parte de Texas en los Estados Unidos, y Wilma en la península de Yucatán y países centro americanos aledaños. En días recientes nuevamente la naturaleza nos volvió a dar muestras de su poder destructivo con los huracanes Ike y Gustav, lo cuales irrumpieron con toda su fortaleza en las islas caribeñas de Cuba y Haití dejando a su paso, en esta ultima, muertes, inundaciones, destrozos materiales, hambre y miseria; terreno abonado para la proliferación de enfermedades y la desestabilización social, un panorama que es extensivo a la cuenca del Indico, parte del sudeste asiático y Australia donde fenómenos de similares características dejan el mismo cuadro de desolación y destrucción. Según estudios realizados, en la intensidad de estos fenómenos incide en gran medida el efecto del calentamiento progresivo del planeta.


No tomar las medidas pertinentes hoy para, por lo menos, desacelerar el cambio climático es condenarnos y condenar a generaciones venideras a un futuro incierto, es condenarnos a la extinción y a la desesperanza, es condenar a millones de personas al subdesarrollo.

El cambio climático atenta contra el desarrollo. ¿Que hacemos alimentándolo?

El reto del cambio climático


Todavía la gran mayoría de la población mundial no alcanza a comprender el gran desafío que representa para esta y las generaciones futuras el hecho de que progresivamente se incremente la temperatura media del planeta. Todavía no se dimensionan, excepto para algunos entendidos y organizaciones que dejan oír su voz de alerta, los alcances e impactos de un cambio climático como el que se está gestando, en el modo de vida, las costumbres y la estabilidad económica y social de las diferentes culturas y naciones que hoy subsisten. Todavía no lo comprendemos porque aún no hay conciencia acerca de nuestra responsabilidad en el actual panorama climático y en el inminente cambio venidero.

El cambio climático proyectado es producto del creciente calentamiento global, que a la vez encuentra su origen en el incremento de la temperatura media del planeta como consecuencia, principalmente, de la emisión descontrolada de gases como el Dióxido de carbono (CO2), Metano (CH4), Oxido nitroso (N2O) hidrofluorocarbonos (HFC) y Clorofluorocarbonos (CFC), que crean un efecto invernadero impidiendo el normal equilibrio radiactivo entre la tierra y la atmósfera. Estos se alojan en las partes bajas de nuestra envoltura gaseosa creando el efecto de una tapadera que obstruye la radiación terrestre hacia el exterior pero que es transparente a la radiación solar. El reto está en, por lo menos, disminuir considerablemente la emisión de estos compuestos y encontrar otros tipos de energías que puedan sustituir en un tiempo no superior a 20 años, las derivadas de los combustibles fósiles que son la fuente principal de gases de invernadero.

A medida que el tiempo pasa y no se logran consensos acerca de las medidas y estrategias a adoptar para hacerle frente a este desafío, se sigue poniendo en riesgo de manera prolongada, la supervivencia de muchas especies de la flora y de la fauna; así como la del hombre mismo, si se tiene en cuenta que las posibles consecuencias que se pueden desatar por el progresivo calentamiento, tales como el deshielo de los polos, el aumento significativo del nivel de los océanos, sequías mas extensivas y duraderas, incremento de fenómenos naturales violentos, aumento de lluvias torrenciales, entre otras, repercute directamente en los modos de vida, hábitat y medios de subsistencia de millones de personas ubicadas en zonas de alto riesgo. Aún así, y a pesar de los creíbles estudios que han abordado el tema y han puesto en evidencia las implicaciones que conlleva el persistir en las actuales practicas industriales y de desarrollo económico basado en la explotación del carbono y sus derivados, no ha sido posible que los gobernantes de las principales potencias industriales del planeta adopten medidas agresivas y coherentes con el objetivo de reducir a niveles significativos las emisiones de los señalados gases, que vayan más allá de lo contemplado en el protocolo de Kyoto. La velocidad del cambio es tal que los objetivos planteados en dicho protocolo resultan irrelevantes.

Desarrollar fuentes alternativas de energía y hacerlas extensivas a nivel global puede ser una solución a largo plazo, pero esta puede ser tardía o insuficiente si primero no se atiende el problema concientizando a cada persona, desde gobernantes hasta habitantes del común, sobre la necesidad de incurrir en prácticas que desestimulen el aumento de las concentraciones de gases de invernadero en la atmósfera. Para ello se requiere mayor voluntad, compromiso y la determinación de mirar el desastre a la cara, aceptar la culpabilidad y enfrentarlo con medidas practicas.

El reto no es fácil si se observa que aproximadamente el 90% de la energía producida en el mundo se obtiene a través de la explotación del carbono, especialmente el alojado en los combustibles fósiles; caldo de cultivo del CO2 atmosférico. La sustitución tendría que ser paulatina, lo que conllevaría décadas si se encontrara un sustituto apropiado y si se tomara la decisión de hacerlo. El nivel actual de este gas es de 379 partes por millón (ppm) y según las predicciones, al ritmo que vamos antes de terminar este siglo podríamos estar alrededor de 800 ppm, nivel suficiente para asistir a la degradación de la pluviselva amazónica.

A todas estas, la insuficiencia que representan las medidas adoptadas en el protocolo de Kyoto, subyace una gran pregunta: ¿Qué opciones recomendáis para sustituirlo y como lograr un gran acuerdo internacional para dicha alternativa? Al día de hoy no existen respuestas. El protocolo de Kyoto es el único tratado internacional para combatir el cambio climático. ¡Que consuelo!

Ni un grado más


El calentamiento global no está fuera de control, pero al ritmo que va, alimentado por la emisión descontrolada de gases de efecto invernadero y la deforestación indiscriminada de zonas amplias de pluviselvas y bosques, puede estarlo. Cada grado es crítico, y para este siglo existe la posibilidad de un aumento entre 1 y 6 grados Celsius.

Una evaluación mundial de datos a partir de 1970 muestra que es posible que el calentamiento antropogénico ya haya tenido una influencia perceptible sobre muchos sistemas físicos y biológicos. Con cada grado que aumente la temperatura media del planeta nos espera un futuro radicalmente diferente.

Con un grado más…

El Ártico no tendrá hielo la mitad del año. Se abriría el legendario paso noroeste para los barcos.

Miles de casas en la bahía de Bengala se inundarían.

Los huracanes estarían comenzando a golpear el sur del Atlántico. Dentro de sus trayectorias se incluirían las costas norte y noreste suramericana.

Severas sequías harían presencia al oeste de los Estados Unidos, causando escasez de alimentos como granos, cereales y carnes. Una zona hiperárida podría emerger al oeste de Nebraska.

Muchas especies, tanto de la flora como de la fauna, no podrían sobrevivir.

Al ritmo actual en cuatro décadas los glaciares del Himalaya pueden desaparecer, en cincuenta años el derretimiento de Groenlandia podría se inevitable, al final del siglo el Amazonas no sería más que una sabana árida y Australia pasaría de ser el continente más seco del mundo a una simple masa árida de tierra. El calentamiento cambia el modo de funcionamiento de la tierra y si no se toman medidas para mitigarlo es muy probable que sigan en curso los procesos para que se desencadenen los escenarios expuestos en las anteriores líneas.

Un escenario adecuado conllevaría necesariamente empezar a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a niveles considerables. Superiores a los estipulados en el protocolo de Kyoto.

Con las políticas actuales de mitigacion del cambio climático y las prácticas relacionadas de desarrollo sostenible, las emisiones mundiales de GEI continuarán en aumento en las próximas décadas. Urge un cambio de dirección. Un grado más puede ser nefasto.