martes, 9 de diciembre de 2014

LA AGITADA CARRERA CONTRA EL CALENTAMIENTO GLOBAL

Archivo fotográfico del autor. Cumbres nevadas, región
andina colombiana
Cada vez que surgen nuevos estudios relativos al comportamiento de las temperaturas en el planeta y de sus posibles efectos derivados, el panorama se torna más crítico y preocupante. Los hallazgos comprueban que el sistema climático, así como los diferentes ecosistemas del orbe, están respondiendo positivamente a un escenario global de progresivo calentamiento. Y en esta situación el hombre parece ser un actor principal incidiendo, de acuerdo a investigaciones, como nunca antes en la historia, en el derrotero del clima.

Es muy válido no estar de acuerdo con algunas posturas del IPCC en torno al análisis de los diferentes eventos de tipo climático, de la metodología empleada para abarcar el estudio de los diferentes elementos que lo caracterizan, de las conclusiones a las que llega luego de poner en marcha los estudios pertinentes e incluso de los factores que están propiciando la situación actual; pero más allá de posibles desacuerdos o posturas encontradas, el calentamiento del sistema climático es una realidad y en la medida en que las decisiones políticas no avancen, por lo menos, al mismo ritmo de este, el rezago se incrementará y las decisiones que se tomen poco impacto tendrán en la mitigación y en la adaptación a sus efectos.

Más allá de la influencia que puedan generar factores y mecanismos naturales, tanto internos como externos, en la configuración de ese conjunto de circunstancias en torno al clima actual y del panorama que se prevé, la aportación humana parecer ser decisiva; sobre todo en lo ateniente a las emisiones de gases de efecto invernadero y el cambio en el uso de la tierra, revistiendo especial importancia en esto último la expansión de la agricultura a expensas de la deforestación. A partir de aquí se desencadenan una serie de consecuencias que día a día se manifiestan generando impactos lamentables en la población a lo largo y ancho del planeta.

No es necesario exagerar, maquillar resultados para inducir decisiones o acuerdos o escenificar una catástrofe con el afán de predisponer a la comunidad para endilgar al calentamiento global la ocurrencia de cualquier tipo de fenómeno natural. Tampoco minimizar o dar por sentado que no está pasando nada, que todo sigue igual, que todo es mentira. Las evidencias saltan a la vista hoy y lo seguirán haciendo aun cuando intenten ocultarse o magnificarse. El calentamiento es inequívoco y a escala humana representa sin duda un gran desafío; por lo tanto, en la medida en que se demoran las decisiones la carrera por detenerlo o mitigarlo se pierde.

Por todo ello, urgen consensos, acuerdos racionales, principalmente entre aquellas sociedades que más contaminan, las que más consumen; pues en últimas, en el trasfondo de todo, el aporte humano a esta problemática se fundamenta en el consumo, tanto en forma como en cantidad. Aquellas sociedades que más demandan recursos deben asumir su responsabilidad.

Archivo fotográfico del autor. Un lugar de la costa
Caribe colombiana
Las conclusiones del quinto informe del IPCC acrecientan la preocupación y reafirman los hallazgos dados a conocer en informes anteriores. En este se sostiene que la influencia humana es clara y aumenta progresivamente y, además, sus impactos se observan en todos los continentes. El informe también expresa con una gran certidumbre, superior a informes anteriores, que las emisiones de gases de efecto invernadero y otros impulsores antropógenos han sido la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX. Thomas Stocker, Copresidente del Grupo de trabajo I del IPCC afirmó que la evaluación realizada concluye que la atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado hasta niveles sin precedentes desde hace, por lo menos, 800.000 años. 

El informe hace énfasis en que las emisiones continuadas de gases de efecto invernadero seguirán causando un mayor calentamiento y cambios perdurables en los diferentes componentes del sistema climático, con lo que inminentemente aumentará la probabilidad de impactos generalizados y profundos que afecten a todos los niveles de la sociedad y el mundo natural.

Esta información obliga a reevaluar el accionar en torno a la búsqueda por detener o minimizar los efectos del fenómeno en las condiciones de vida planetarias, no es posible obtener resultados contundentes si se sigue actuando por la misma vía. Si los gases de efecto invernadero son parte del problema, su emisión tiene que reducirse. Hay que dar marcha a procesos innovadores que propendan por este objetivo y que demuestren ser efectivos, no piezas de una estrategia en la que se amparen intereses egoístas de unos pocos gobiernos u organizaciones. Si la deforestación es otro factor que propicia esta problemática, se debe combatir de manera decidida creando mecanismos de control eficaces y ofreciendo planes alternativos a quienes viven de la agricultura para desincentivar su práctica.

Es necesario sensibilizar a la sociedad sobre la magnitud del problema para que tome acción en la carrera por desacelerar el ritmo de calentamiento, pero para ello es fundamental que se evidencien acciones transparentes y coherentes de parte de quienes ostentan el poder. Si ello no ocurre, si no existe un liderazgo que encause de manera veraz la lucha contra este fenómeno global, la actuación de la sociedad será dispersa y poco significativa.

No es cierto que el calentamiento global sea una mentira. Alrededor de este tema existen muchos intereses, principalmente económicos y políticos, que empañan la veracidad de su existencia. Intereses que navegan entre la negación y la exageración, que siembran la duda y obstaculizan la rápida respuesta para contrarrestar los efectos. Sin embargo, las evidencias seguirán saltando a la vista y por más que intenten maquillarse o negarse los impactos nos recordarán la realidad del problema.
                                       


Nelson Vásquez Castellar

Barranquilla, diciembre 9 de 2014.

jueves, 30 de octubre de 2014

EL VALOR PRECIADO DE LAS NUBES


Tímidas o amenazantes, altas o bajas, grandes o pequeñas, las hay para todos los gustos. Hacen parte de la vida cotidiana aun cuando pueden pasar desapercibidas al sistema sensorial humano por lapsos breves, e incluso largos, de tiempo. A ratos se admira su belleza, se plasman en pinturas y canciones, se les contempla o se les teme. Pero mucho más, con demasiada frecuencia, se omite su valor vital.  

Las nubes, esa importante interfaz en el ciclo hidrológico terrestre, esa aglomeración de partículas acuosas sólidas y líquidas, representan mucho más de lo que se tiene, por lo general, en consideración. Su función en el equilibrio climático planetario va más allá de la generación de precipitación en cualquiera de sus variadas formas, ya sea lluvia, llovizna, chubascos, granizo, nieve, etc., y de los ingentes beneficios que suponen estos fenómenos meteorológicos para la biodiversidad y su subsistencia. Las nubes también son importantes por su función en el balance térmico del planeta dado su papel como reflectantes y absorbentes de la radiación solar y terrestre. Son importantes en la transferencia de energía térmica en forma de calor latente y humedad a nivel atmosférico tanto vertical como horizontalmente. Son fundamentales en la circulación atmosférica a nivel general como regional y local mediante su capacidad de liberación de calor latente en su proceso formativo. Pero además, a través de sus mecanismos de formación, permiten la remoción constante de partículas atmosféricas que pueden ser perjudiciales para el desarrollo normal de actividades y salud humanas.  

Al verlas se subestima su valor, la fascinación por su apariencia física supera la apreciación funcional que su papel delata. Solo en momentos y épocas cuando el voraz apetito térmico de la atmósfera permite su crecimiento desmesurado para luego ensañarse contra la superficie de manera violenta, entonces, ahí, en ese preciso instante, captan el nivel de atención que un actor de su talante merece. La puesta en escena es completa, la acompañan truenos y rayos, precipitaciones intensas, continuas e intermitentes. Un enfriamiento repentino invade el entorno, el viento arrecia de manera errática, la luminosidad del sol se opaca y, entre veces, un estruendo inicial hace las veces de toque de campana para que la fiesta comience. He aquí que el cumulonimbus ha dicho presente. 

Sus variadas formas dan una señal, cada estado del tiempo conlleva una combinación particular y única de su tipología. Inestabilidad o estabilidad, convección o advección, posibilidades de precipitaciones o presagio de tiempo seco, agua o cristales de hielo ¿Cuáles son las características asociadas a los diferentes tipos de nubes? ¿Qué nos quieren comunicar con su presencia? He aquí dos preguntas que requieren una acertada respuesta. Identificarlas y conocer sus comportamientos y condiciones de formación son terreno abonado para análisis de mayor calado. Su omnipresencia evidencia su importancia en el derrotero climático del planeta, es inimaginable la vida sin nubes.  

Los estudios actuales sobre el progresivo calentamiento del planeta intentan cuantificar su papel en la contribución u oposición a dicho fenómeno pero los resultados no son claros; se conocen los mecanismos por medio de los cuales intervienen en el balance térmico y en otros procesos atmosféricos, pero cuantificar su incidencia en el calentamiento global es una tarea pendiente sobre la cual se tendrá que trabajar. A futuro es uno de los temas de estudio prioritarios; pues, en un escenario más cálido se asume una mayor cantidad de vapor de agua en la atmósfera disponible para la formación de nubes y el papel que jueguen estas, como hasta ahora, seguirá siendo determinante. 

Su importancia no admite dudas, acompañan el día a día de la existencia humana aportando beneficios para su subsistencia, muchas veces calladas, pasando de incognito; entre veces haciéndose sentir más allá de lo soportable, pero siempre en pos de una tarea regulatoria, de balance.
Que las nubes sigan danzando en el agitado mar de aire atmosférico.


 
Nelson Vásquez Castellar