martes, 21 de agosto de 2018

Fundamentos de Meteorología Aeronáutica: la observación, el punto de partida



Observación de nubes en el aeropuerto Ernesto Cortissoz de Barranquilla.
Foto tomada por el autor.
Todo análisis meteorológico previo a una predicción tiene como punto de partida una etapa de observación. A partir de este argumento se puede llegar a la conclusión de que un acertado pronóstico se sustenta en la exactitud y la mayor frecuencia posible con la que se realice dicha etapa.

Desde tiempos memorables, cuando se comenzó a llevar a cabo ese proceso lógico y ordenado de generar conocimiento llamado método científico, ha sido palpable que todo empieza en función de la paciente, exhaustiva, constante y sistemática fase de observación. Bajo la mira decidida y contemplativa de un observador se encaminan toda una serie de posibles resultados que confluyen a la construcción de una verdad, de un conocimiento refutable y verificable, no absoluto. Una vez determinado el fenómeno (proceso, sistema, etc.) de interés que se pretende estudiar hay que dar paso a la curiosidad para percibir lo más exacto posible su aparición, las circunstancias bajo las cuales se produce y las características que lo definen.


En meteorología aeronáutica el proceso observatorio necesariamente debe cumplir estas exigencias para contribuir al logro del objetivo primordial de una aeronavegación segura y confiable. Para ello es fundamental contar con el concurso de personal idóneo para el desarrollo de un análisis sensorial e instrumental que permita identificar, a la luz de sus conocimientos, las condiciones atmosféricas reinantes en todo momento, las posibles tendencias de cambio y las implicaciones que estas tienen para la operación de las aeronaves tanto en vuelo como en tierra.

La reiterada, minuciosa y rigurosa manera con la que se desarrolle la observación hará de esta un insumo preciado para el proceso de análisis y verificación previos al pronóstico. La capacidad de prever y anticiparse con el mayor nivel probabilidad a la ocurrencia o presentación de las condiciones de tiempo atmosférico depende de ello. Por lo tanto, la preparación, la mística y la adecuada posición visual del observador marcan también, sobremanera, un ítem sin el cual es imposible que los resultados de una etapa repercutan positivamente en la otra.

Un observador meteorológico es una persona con capacidades sensoriales e interpretativas óptimas que está al tanto de la evolución del tiempo atmosférico; es decir, de esas condiciones de la atmósfera que se presentan en un momento dado, en un lugar determinado (en este caso, un aeródromo) y que son susceptibles de cambios continuos. Para ello debe registrar y analizar constantemente el comportamiento de las variables meteorológicas, tales como temperatura, presión atmosférica, dirección y velocidad del viento, humedad, etc., a través de la instrumentación adecuada. Además de ello, debe percibir lo más acertado posible los tipos, cantidades y alturas de las nubes, la presencia o no de fenómenos y la reducción o no de visibilidad horizontal que ello pueda conllevar. La labor de un observador meteorológico es fundamental para el óptimo desarrollo de las operaciones propias de la navegación aérea.

Con el desarrollo tecnológico y la consecuente generación de instrumentos y equipos cada vez más sofisticados, la labor del observador meteorológico ha venido en detrimento, sin que ello signifique que se haya reducido su importancia; de hecho, hoy es más determinante dada las necesidades crecientes de productos meteorológicos por parte de la aeronavegación. Pero muy a pesar de ello, la confianza absoluta en la automatización y el repunte creciente de las nuevas tecnologías hace imparable la progresiva reducción de la influencia humana en la determinación de las condiciones atmosféricas reinantes, especialmente, en los aeródromos.

La labor de observación tiene mucho de vocación, mística y motivación. Desde tiempos ancestrales esta ha sido desarrollada bajo un aura esotérica, espiritual y de misterio, pero con el paso del tiempo la necesidad de registro fue cambiando paulatinamente esa visión. Primero el soporte anecdótico de los acontecimientos meteorológicos más impactantes y luego el registro numérico de los comportamientos de las variables atmosféricas medidas con instrumentos convencionales, fueron la antesala a la acumulación y análisis automático de la información. Muy a pesar del nivel precisión y la rapidez de respuestas que puede brindar la tecnología, ya se echa de menos la identificación natural que el hombre abocado a esta ciencia experimenta con la temperie, esa relación difícil de explicar, en donde el entorno atmosférico pasa a ser una extensión natural de sus propios miembros. Sin embargo, más allá del adelanto tecnológico, el concurso humano no podrá ser erradicado del todo. Nunca un software podrá equiparar el análisis inteligente, argumentativo y asociativo que solo una persona abocada por el amor a esta ciencia y a este oficio puede realizar.

La observación meteorológica va más allá de los números. Estos constituyen el insumo fundamental del análisis y enriquecen la interpretación de los resultados, pero la asociación y la relación que guardan los elementos propios de una observación atmosférica para comunicarse en un lenguaje claro y familiar solo las puede desarrollar una persona. Y no cualquier persona. Para ser observador meteorológico se requiere la adopción de una serie de competencias que van desde lo académico hasta lo experiencial, pasando por lo actitudinal. Actualmente se adolece de conocimiento meteorológico en el campo aeronáutico colombiano y el observador debe ser el faro que da luz ante esa deficiencia; por lo tanto, allí debe siempre estar una persona idónea de acuerdo a las competencias exigidas.

Conocimientos académicos en temas específicos de áreas como matemáticas, física, química, estadísticas, sistemas, etc., capacidad de análisis, proactividad, actitud de servicio, pero, sobre todo, amor por la profesión, lo que es palpable cuando su labor da como resultado un trabajo pulcro, ordenado, honesto y acertado a la realidad meteorológica, son en resumidas cuentas las competencias y actitudes que debe poseer un observador meteorológico en el día de hoy.

Un buen inicio, sin duda, potencia la probabilidad de un buen final. Así, de esa manera o bajo este argumento, una buena observación proyectará la realización de un buen pronóstico.

Nelson Vásquez Castellar

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