domingo, 15 de febrero de 2015

Algo característico en las ciudades de hoy, la permanente bruma que acompaña al paisaje.

Bruma sobre la ciudad de Madrid, España.
Una atmósfera parda y opaca que se revela como señal inequívoca de la gran actividad industrial y doméstica, lo que algunos asimilarían como sinónimo de desarrollo, se ha hecho perenne en cualquier postal de cualquier gran ciudad en estos tiempos. Se podría considerar equivocadamente, por analogía, que a mayor contaminación mayor desarrollo. Y como desarrollo es sinónimo de bienestar, también se podría considerar absurdamente que habrá más bienestar cuanto mayor sea la contaminación. Esa es la gran ambigüedad en la que se mueve la humanidad: el desarrollo sustentado en la acumulación y el consumo.
Equivocadamente se ha creído en un desarrollo ligado a la maximización, ya sea del consumo, la riqueza, la rentabilidad, la producción, etc. Se constata hoy que ese no ha sido el camino correcto para encontrar el bienestar humano, ese que es inclusivo y que propende por la equidad. Los altos niveles de contaminación atmosférica, sin hacer mención de los demás, más que desarrollo, lo que suponen es un alto grado de derroche de recursos, miopía e indiferencia con el medio ambiente y la humanidad misma.
El modelo económico imperante en la actualidad de nada ayuda en la solución del problema. La contaminación del aire se acrecienta y se lleva cada vez más vidas sin que haya decisiones globales claras respecto al uso de los combustibles fósiles y el cambio hacia fuentes de energías renovables. Los adelantos son incipientes y requieren de más apoyo para paliar uno de los grandes problemas que tenemos en la actualidad.

Nelson Vásquez Castellar

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