martes, 19 de octubre de 2010

SOBRE LA TEORÍA GAIA


Por Nelson Vásquez Castellar

La teoría Gaia representa una concepción bastante avanzada en cuanto a la comunión que debe existir entre el hombre y el medio que lo rodea; es decir, entre el hombre y todo lo que el planeta tierra ofrece a su alrededor. Va mucho más allá de la simple consideración de este como amo y señor de todo lo existente, usufructuario de sus riquezas, consumidor insaciable de la naturaleza, ser superior y aparte de lo demás, entre otras, que algunas teorías científicas han planteado o que han sido difundidas o impuestas mediante vías políticas, económicas o religiosas por algunos grupos de interés.

Tal vez adoptar el punto de vista que plantean sus precursores no sea tarea fácil para una especie acostumbrada a poseer el derecho de propiedad de un planeta que ha saciado sus necesidades, sus deseos, sus caprichos y sus ansias de dominio y riqueza; pero sin duda es necesario de cara a los grandes desafíos que en materia ambiental y de supervivencia para el hombre representa un cambio de visión y de actitud respecto a su verdadero lugar dentro del complejo sistema que es la tierra. Los planteamientos de la teoría Gaia se me antojan vitales para revertir la tendencia hacia un planeta más hostil para el desarrollo de la vida humana, más desigual, más precario. Y no solo porque ambientalmente lo estamos desmantelando, desapropiando para nosotros mismos; sino, porque en la medida en que esto continúe, nuestro individualismo y maximalismo característicos harán cada día más penosa por lo conflictiva nuestra existencia.

Hemos pasado por alto que la defensa de la supervivencia humana, pasa por la defensa de unas condiciones ambientales que han sido propicias para nuestro desarrollo y trascendencia; hemos mantenido la mirada altiva ante la creencia de que podemos manejar el planeta con base en nuestras concepciones lineales, fragmentarias, insostenibles y hegemonizantes; hemos basado nuestra supervivencia en el ideal de infinités de los recursos que nos provee el planeta y con base en ello hemos proyectado la obtención de objetivos desmedidos que no hacen más que seguirnos aferrando a una mentira que puede estar próxima a desmantelarse; hemos subestimado la valiosa enseñanza de cooperativismo y sinergismo que encierra la dinámica organizativa y funcional del sistema tierra. La teoría Gaia apunta en la dirección de orientar a la humanidad a reconsiderar su relación con el sistema vivo del cual hace parte, en el cual influye y es influenciado a la vez, del cual se constituye y en el que desempeña una función vital como constituyente.

Cuando se hacen las preguntas ¿Qué es? Y ¿Quién es Gaia? Su principal precursor, James Lovelock, da las siguientes respuestas: “el Qué es la delgada capa esférica de tierra y agua que existe entre el interior incandescente de la Tierra y la atmósfera superior que la rodea. El Quién es el tejido interactivo de organismos vivos que la ha habitado durante más de cuatro mil millones de años. La combinación de ese Qué y ese Quién, y el modo en que uno afecta continuamente al otro, es lo que se ha bautizado con el apropiado nombre de Gaia”. Bajo esta concepción no cabe duda que somos integrantes recientes de ese complejo accionar, una especie joven a la que tal vez le falta mucho por aprender para adherirse funcionalmente al mecanismo de Gaia. Es posible que dada la incipiente existencia de la humanidad, está aún pueda de forma correcta interpretar la interacción entre los elementos que la integran, su coexistencia, su carácter sistémico, su complementariedad y sobre todo la importancia como un todo unificado sin jerarquización ni fragmentación, para poder contribuir significativamente con el carácter autorregulatorio e integratorio de la unidad despojándose del egoísmo y su visión reduccionista, rentista y cortoplacista.

No cabe duda que la manera como contemplamos el mundo hoy es equivocada. Solo basta con evaluar nuestro comportamiento y las consecuencias de este en las relaciones que sostenemos con la naturaleza y con nuestra especie misma. Solo basta echar un vistazo al gran impacto que tienen nuestras acciones en el funcionamiento actual del sistema tierra. La deforestación incontrolada, la contaminación en sus más variadas clases, la destrucción de la biodiversidad, el agotamiento de los recursos, el crecimiento acelerado de la población, el cambio climático y los abusos de la tecnología, son evidencias de la errada interpretación y comprensión de nuestro verdadero papel en el funcionamiento global de dicho sistema (sistema gaiano).

Debemos como primera medida empezar a respetar más a la naturaleza si queremos vivir en armonía con ella, de lo contrario ella misma nos hará sufrir las consecuencias de nuestro proceder. Hoy ya empezamos a sufrirlas.

La teoría Gaia puede dar luces en el sentido de reorientar nuestro comportamiento hacia el establecimiento de una relación perdurable y beneficiosa con el planeta a pesar que hoy estemos muy lejos de lograrla.

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