sábado, 27 de diciembre de 2008

Puntos de inflexión: La muerte de la pluviselva amazónica


La aceleración del cambio climático plantea un gran reto para la estabilidad y supervivencia de nuestra civilización. Mientras más uso hacemos de los combustibles fósiles y sus derivados para satisfacer nuestras necesidades energéticas, mientras más acudimos a la tala indiscriminada y extensiva de bosques y selvas para la implantación de monocultivos y el pastoreo a gran escala, mientras más nos demoramos para establecer políticas y mecanismos coherentes para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y hacer uso racional de los recursos naturales que poseemos, más nos acercamos al punto de no retorno para detener o estabilizar las condiciones climáticas a un nivel tolerable y de posible adaptación. Mientras más nos demoramos en hacer lo que está en nuestras manos hacer, más rápido nos deslizamos por la pendiente que nos conduce a la resignación.

No se trata de enviar un mensaje escatológico, apocalíptico. Tampoco de inducir a la reacción por medio del temor. Se trata de crear conciencia con base en el fundamento lógico de preservar lo que tenemos para subsistir, de administrar racionalmente lo que, demostrado está, no es inagotable.

Tal vez las apreciaciones científicas son diversas al abordar el tema del cambio climático: algunos comparten la idea de que la influencia del hombre a través del desarrollo industrial sustentado en la explotación de combustibles fósiles como motor de impulso es la causa principal; otros restan importancia a esta apreciación, a pesar de que existen estudios que demuestran una relación directa, y dan por hecho que todo se debe a causas externas o simplemente naturales a las que nada contribuye el ser humano. Sin embargo, cada día existe más consenso alrededor de la evidencia del incremento progresivo de la temperatura media del planeta y los efectos devastadores a mediano y largo plazo que este hecho puede provocar.

Los científicos consideran tres posibles puntos de inflexión que si se sobrepasaran podrían dar paso a unas condiciones climáticas radicalmente diferentes: La muerte de la pluviselva amazónica, la desaceleración o interrupción de la corriente del golfo y la liberación explosiva de metano desde el fondo marino. Aquí empezamos abordando el primer punto.

Al ritmo actual de desforestación, y con el continuo cambio climático, los científicos calculan que en dos decenios se destruirá 40% de la Amazonía y que otro 20% se degradará.

Durante los últimos 40 años se ha talado casi 20% de la selva tropical amazónica, más de lo que se desforestó desde el inicio de la colonización hace 450 años. Incluso el porcentaje tiende a ser mayor si se considera la tala de maderas finas que es más difícil de detectar que la tala total. Se teme que se pierda otro 20% de la cubierta selvática en las próximas dos décadas, lo cual iniciaría el deterioro de la gran variedad de ecosistemas que aloja y, consecuentemente, su destrucción. La selva amazónica en condiciones normales produce la mitad de la lluvia que necesita para subsistir gracias a la humedad que libera y sube a la atmósfera, pero la desforestación creciente a la que asiste en los actuales momentos limita esta capacidad y proyecta un panorama bastante desalentador hacia un futuro próximo que puede traer desde la desecación y muerte de muchos árboles, hasta el riesgo de que se generen incendios que arrasen los bosques.

Por otro lado, según uno de los modelos de simulación por ordenador del centro Hadley, denominado TRIFFID*(por sus siglas en inglés) sugiere que a medida que aumenta la concentración de CO2 en la atmósfera, las plantas comienzan a comportarse de una manera extraña, abriendo sus estomas durante períodos de tiempo más cortos, por lo que se verá reducida la transpiración. Y si hay menos transpiración habrá menos lluvias. TRIFFID indica que para 2100 los niveles de lluvia en la Amazonía se habrán reducido drásticamente y el 20% de esta reducción tendrá como causa principal los estomas cerrados. El resto tendrá como causa una sequía que se desarrollará a medida que el calentamiento del planeta se intensifique.

El aumento de temperatura al cual puede darse la destrucción de la pluviselva amazónica se estima en 5.5ºC, lo que conllevaría a una gran alteración del ciclo del carbono; pues, se estarían almacenando 350 gigatoneladas menos de carbono en la vegetación viva y 150 gigatoneladas menos en los suelos. Un 8% del total del carbono almacenado en la vegetación y los suelos del mundo. Una cifra abrumadora.

La selva está amenazada. Al ritmo actual de desforestación y si persiste el incremento acelerado de cambio climático, es posible que antes de terminado este siglo asistamos a la desaparición del más grande bastión ecológico del mundo. A la desaparición del pulmón que posibilita respiración de la tierra.

Es tan determinante la supervivencia de la selva amazónica que su desaparición representa un punto de no retorno en la lucha por estabilizar las condiciones climáticas que posibiliten nuestra permanencia como civilización sobre la faz del planeta.


*Top-down Rpresentation of Interactive Foliage and Flora Including Dynamics (Representación vertical del follaje y flora interactivos incluyendo su dinámica)

Fuentes: El clima está en nuestras manos. Tim Flannery.
National Geographic en español, edición enero de 2007.


Nelson Vásquez Castellar.
www.elobservadorm.blogspot.com

lunes, 15 de diciembre de 2008

Sin sentido y sin razón: consideraciones acerca del cambio climático


Vivimos en un mundo de asimetrías y divisiones, al vaivén de las leyes del mercado que obstaculizan el desarrollo de muchos e incrementan el de unos pocos. Un mundo donde predomina la civilización del desperdicio, donde los recursos con los que contamos – naturales, humanos, económicos, en fin – son manejados como inventarios ilimitados destinados al consumo desmedido y a la venta al mejor postor.

Somos un planeta que se mueve a la par del discurso económico de las grandes potencias. Ese mismo que resuena de cumbre en cumbre, de foro en foro, adornado por actos protocolarios solemnes y dotados de gran riqueza léxica y emotiva, pero estéril a la hora de materializarse en soluciones efectivas a los problemas estructurales de los que adolecen las mayorías.

Ha sido así durante mucho tiempo y sigue siéndolo en nuestros días sin importar el tema a tratar, ya sea la ayuda humanitaria a los miles de desplazados y refugiados por culpa de los enfrentamientos tribales o de las sequías severas del África subsahariana, la finalización de las guerras que se libran en Irak y Afganistán por ocupación de tropas occidentales, la actual crisis financiera que nos asiste por la laxitud de los controles de los organismos pertinentes y el desenfreno especulativo y rentabilistico de los defensores del neoliberalismo y su hijo el “libre mercado”, o el cambio climático actual impulsado en gran parte por la derrochadora forma de vivir de aquellos que tienen como vivir y como derrochar – los mismos del discurso -.

La característica básica a la hora de tomar decisiones trascendentales para el destino de muchos -los afganos, los iraquíes, los africanos, el planeta entero- es la lentitud. Lentitud que prolonga el hambre de muchos y condena a otros al zumbido de las balas, lentitud tal vez incentivada por beneficios económicos –el petróleo de Irak, el opio de Afganistán o la continuación prolongada de la excesiva explotación de combustibles fósiles como motor de crecimiento económico-, lentitud que nos conduce, en últimas, al desastre –económico, social, político, climático-. Los mismos intereses que predominan a la hora de tomar decisiones a escala global, son los mismos que, a escala regional, limitan el desarrollo, incentivan la concentración antes que la distribución y agudizan las asimetrías expandiendo la brecha que separa a los que tienen mucho de los que tienen demasiado poco.

Es hora de cambiar de dirección, no se pueden seguir priorizando los intereses desmedidos de una parte en detrimento del derecho libre y digno de muchos de forjarse su propio desarrollo y vivir en condiciones adecuadas. Y es aquí, en este marco, donde se debe resaltar la importancia de la lucha contra el acelerado cambio climático que nos asiste hoy.

Las observaciones directas recientes aportan evidencias de que el calentamiento del sistema climático es inequívoco:

 Once de los últimos catorce años se encuentran entre los doce años más calurosos de los registros instrumentales de la temperatura global en superficie.
 Nuevos análisis de las mediciones con globos meteorológicos y satélites de la temperatura de la troposfera inferior y media muestran ritmos de calentamiento similares a los del registro de temperatura en superficie.
 Observaciones realizadas desde 1961 muestran que la temperatura media de los océanos del mundo ha aumentado hasta profundidades de, al menos 3000 metros y que el océano está absorbiendo más del 80% del calor añadido al sistema climático.
 El nivel medio del mar en el mundo se elevó a un ritmo de 1.8 milímetros anuales desde 1961 a 2003.
 Las temperaturas medias árticas aumentaron casi el doble que la media mundial durante los últimos 100 años.
 Los datos satelitales desde 1978 muestran que la extensión media anual del hielo marino ártico ha disminuido un 2.7% por decenio.
 Se han observado sequías más prolongadas y más intensas en áreas más extensas desde el decenio de 1970, particularmente en los trópicos y en los subtrópicos.
 La frecuencia de fenómenos de precipitaciones fuertes se ha incrementado en la mayoría de las áreas terrestres, en concordancia con el calentamiento y los aumentos observados en el vapor de agua atmosféricos.

El cambio climático es, sin duda, un factor decisivo que determinará el desarrollo humano de esta y las futuras generaciones. La manera en que lo enfrentemos hoy tendrá un efecto directo en las perspectivas de desarrollo de un gran segmento de la humanidad mañana.

No tiene sentido seguir esperando. Las medidas para combatirlo no pueden quedarse en la simple retórica a la que nos hemos acostumbrados. No hay razón para seguir persistiendo en las mismas prácticas de desarrollo que han venido minando la capacidad de muchos sistemas físicos y biológicos de autosostenerse, no hay razón para cortar los esfuerzos de muchos a costa del beneficio de pocos.

Las medidas que tomen los países en desarrollo, que contribuyen en menor medida a la problemática, para contrarrestar las consecuencias del cambio climático no surtirán efectos sino lo hacen los países desarrollados que son los principales actores. El cambio climático nos inmiscuye a todos y como tal, la lucha para contrarrestarlo se debe dar mediante el consenso general de todos.

Ojala las nuevas medidas tomadas por la Unión Europea para hacerle frente al fenómeno se lleven a la práctica y surtan efectos. Ojala no sean presa del incumplimiento injustificado que por experiencia conocemos.


Fuente: Cuarto informe de evaluación sobre cambio climático. Grupo De trabajo I. IPCC

Nelson Vásquez Castellar
http://www.cambioclimatico.org/blog/4