Nevada producida por la tormenta de nieve Juno a su paso por el estado de Pensilvania EEUU. Archivo personal de Carina Vásquez |
Diferentes puntos de
vista confluyen hoy en el reconocimiento del aumento de la temperatura media del
planeta, fenómeno que se da a conocer como calentamiento global o, para algunos
futuristas, cambio climático, dejando entrever con esta última denominación el
carácter proyectivo y pesimista del término y la posición en torno al tema. Más
allá de las discrepancias que existen en cuanto a la causa principal de este
fenómeno, cada día se suman más posturas afines en derredor. Sin embargo,
cabría preguntarse si en todas estas subyace el hilo conductor de la
concientización u obedecen a otro tipo de intereses que requieren mimetizarse
para esconder objetivos no tan transparentes o solidarios. ¿O es acaso una
suerte de pescar en río revuelto? O más bien ¿este es el pretexto oportunista para justificar la inercia ante
las responsabilidades y la gestión que demandan temas de interés social
prioritarios, o la negligencia para actuar ante problemáticas que requieren
acción inmediata con el fin de garantizar el bienestar ciudadano a nivel local,
regional o global? Este es un escenario variopinto, algo así como una
miscelánea de intereses que no se caracterizan precisamente por tener en común
como fundamento el convencimiento del problema.
Lo económico entra en
juego de una manera determinante. En el trasfondo de todo, el rédito tiende a
marcar la pauta, inclusive por encima de la escogencia de las mejores
alternativas para paliar los efectos adversos que pueda tener el fenómeno en el
bienestar de la sociedad; es decir, el riesgo económico supera al riesgo
ambiental. Si la rentabilidad no se garantiza, la inversión no se genera, más
allá de que la opción sea significativa en términos de mitigación o
adaptabilidad. Esto es cierto a cualquier escala geográfica e independiente del
origen de los fondos. Es la razón por la cual las voluntades no se encaminan de
manera decidida y armónica hacia el apoyo a alternativas energéticas renovables
para masificar su consumo reemplazando otras menos benéficas en términos
climáticos y ambientales. Algo que se antoja lógico bajo la óptica capitalista.
Pero el calentamiento
global se ha convertido en una oportunidad de negocios y dado el carácter
hegemónico del sistema económico y político imperante, su aprovechamiento está
garantizado más allá de que los fines perseguidos por algunos actores del
“mercado” vayan en contravía con la intención de dar pasos para desacelerar el
ritmo de calentamiento y propender por la restitución y conservación ambiental.
Aquellos que han sido y son agentes activos para propiciar el aumento de la
problemática generando los que según la mayoría de estudios son sus factores
desencadenantes, son los mismos que aprovechan el momento para presentarse como
adalides de la conciencia ambiental y climática
utilizando eslóganes con terminología alusiva a la sostenibilidad.
Situación que no sorprende, pues son los dueños de la chequera.
Los esfuerzos de los
verdaderamente comprometidos con la causa se ven empañados por una telaraña de
desinformación que induce a la población desprevenida y poco informada a tomar
medidas erráticas o poco eficientes a la hora de generar un impacto positivo en
la estabilización de los niveles de degradación de los sistemas vitales
presentes en la naturaleza. Incluso algunos bien informados y con poder de
decisión sucumben ante las dadivas y sobornos de esa mano invisible que se
resiste a dar un viraje significativo acorde a lo que demanda el momento.
Tormenta sobre Barranquilla, Colombia. Archivo personal del autor. |
Son comunes las
declaraciones de los representantes de entidades competentes ante cualquier
suceso natural adverso dar por hecho, en muchos casos, que la causa es el
temido calentamiento del sistema climático sin antes evaluar antecedentes o
verificar la naturaleza del fenómeno. Un ejemplo palpable se da en el caso de
los deslizamientos de tierra (por lo menos en el caso colombiano), los cuales
generalmente se producen porque ha tenido lugar previamente un proceso de
deforestación no controlado, ilegal o no planificado que induce al movimiento
del suelo por una pendiente de manera progresiva sobre todo cuando es permeado
por la caída de la precipitación. Ante esta situación no se requieren
cantidades de lluvia superiores a las normales para que dicho terreno en un
momento dado pueda sucumbir; basta con que el peso del terreno por efecto de la
infiltración y la falta de absorción y sostenimiento que brindan los arboles
conspiren para que el evento ocurra. Cabe preguntar ¿será que la causa obedece
a efectos del calentamiento global o es producto de la ausencia de controles para
evitar una práctica tan nociva como la deforestación?
Algo similar se
presenta cuando se permite la ubicación de asentamientos humanos en zonas de
riesgo. Estos, por lo general, productos del déficit de planificación urbanística
en los gobiernos locales se hacen invisibles o son poco tenidos en cuenta hasta
que un día un evento meteorológico anómalo se los recuerda. Entonces, en dicho
momento, se acusará al bendito calentamiento ocultando la realidad de una
gestión administrativa y ambiental precaria.
Ejemplos de esta
situación hay muchos, pero lo más preocupante es cuando son los supuestos
entendidos del tema los que se acomodan al discurso del calentamiento en sus
interpretaciones y explicaciones sobre las causas e implicaciones de eventos puntuales.
Así, el análisis meteorológico pierde profundidad y la consecuencia directa de
ello se refleja en la poca certeza de las predicciones.
El calentamiento del
clima está siendo palpable con el paso del tiempo, así lo revelan los estudios.
Sin embargo, es importante que las decisiones y las acciones producto de estas
vayan encaminadas a combatir las causas reales del problema sin ambages y
oportunismos.
Nelson
Vásquez Castellar
metparatodos@gmail.com